Romanos 4:17
Muchas veces, cuando nos miramos a nosotros mismos, no vemos en qué podemos convertirnos. Pero cuando Dios nos mira, ve en qué podemos llegar a ser por Su gracia.
Cuando Jesús vio a Simón por primera vez, cambió su nombre a "Pedro", que significa "roca". Pero, ¿Pedro se convirtió instantáneamente en alguien con las características de una roca: sólido, estable e inquebrantable? No, durante mucho tiempo siguió actuando como una caña que se dobla en todos los sentidos que sopla el viento.
Una vez, cuando Pedro vio a Jesús caminar sobre el agua, dio un paso de fe valiente y dijo: "Señor, si eres Tú, mándame que vaya a Ti sobre el agua". Luego, mientras caminaba sobre el agua, vio el fuerte viento, se asustó y cuando comenzó a hundirse, gritó: “¡Señor, sálvame!”. (Mateo 14: 28-30). En otra ocasión, dijo: “Señor, estoy dispuesto a ir contigo, tanto a la cárcel como a la muerte” (Lucas 22:33). Luego, unas horas más tarde, negó conocer a Jesús no una vez, sino tres veces (véase Lucas 22: 54–62).
Sin embargo, a lo largo de su comportamiento parecido a una caña, Jesús siguió llamándolo “roca” hasta que un día, la forma en que Jesús lo vio comenzó a echar raíces en él. Ese día, en el día de Pentecostés, Pedro se puso de pie para predicar y ¡3000 personas fueron salvadas (ver Hechos 2:41)! Pedro ciertamente se había convertido en una roca, un pilar en la iglesia primitiva.
Así fue como Jesús transformó a Pedro. Y así es como Dios quiere que cambiemos a las personas y las situaciones en nuestras vidas.
“Pastor Prince, ¿me está diciendo que llame a mi esposa 'una vid fructífera' como en el Salmo 128: 3? Deberías ver a mi esposa. ¡Parece más una ciruela seca agria!"
Amigo mío, Dios no nos dijo que llamáramos a las cosas que existen como existen. ¿De qué sirve decir lo obvio? No va a cambiar nada. No, Dios nos dice que llamemos a aquellas cosas que no existen como si existieran, ¡y así serán!
Amén Supre amén
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